El día que Raúl me felicitó
El equipo que entrenas ha regresado a primera división después de muchos años de penurias, llega el Real Madrid a tu campo y juegas bien, dominas incluso por momentos al rival, pero acabas perdiendo 1-5. Tu cara no es de muchos amigos y entonces aparece la estrella del equipo rival y te dice que le ha gustado mucho como juega tu equipo y que sigas por ese camino. Increíble verdad, pues me pasó. El equipo era el Tenerife, el estadio obviamente el Heliodoro Rodríguez López y la estrella Raúl. Y es que ese partido fue una experiencia dura porque jugamos bien, hicimos nuestro fútbol, desarrollamos nuestra idea y el resultado fue el que fue. Dándole vueltas al resultado y esperando a Pellegrini para saludarlo tras el encuentro en el túnel de vestuarios, se acercó el que para mí es uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol español y me felicitó. Perplejo y agradecido le di las gracias sin más. Después tras la rueda de prensa pensé que había estado frio con el madridista y me acerque al vestuario rival para hablar con él. Solo quería que supiera que de verdad agradecía sus palabras y que no pensará que era un bicho raro por mi frialdad. Chendo, delegado del Real Madrid me invitó a entrar al vestuario y con pocos jugadores ya dentro hablé con un Raúl sincero y amante del juego. Hablamos de fútbol, que es su vida y la mía, aunque a niveles distintos, y en su mirada percibí esa pasión que las estrellas llevan en su mochila y que las hace diferentes. Más allá de aquel encuentro breve pero intenso, Raúl representa para mí muchas de las cosas que tiene que tener un equipo, un jugador o cualquiera que se dedique a competir. Ahora anuncia que se retira en la semana donde mi equipo actual, el Córdoba es colíder de Segunda. Y en el recuerdo de aquella conversación veo sus virtudes futbolísticas plasmadas en mi idea de juego. Sacrificio, intensidad, esfuerzo, trabajo y, por supuesto, calidad. Su instinto era tan letal que como decía un cordobesista como Manolo Lama “el que nunca hace nada” lo hacia todo. Seguramente Raúl no era el mejor en una faceta concreta. No era el mejor rematador, no era el más rápido ni el más fuerte, pero tenía grabada en su diccionario futbolístico la palabra clave en el fútbol y en la vida, tenía fe en si mismo. Eso busco yo en mi equipo, en este Córdoba que crece y que debe seguir mejorando, eso he buscado siempre en mi carrera. Trasmitir esos valores que te enseñan el camino del éxito. Fracasar no es perder, fracasar es no esforzarse al máximo. Me dicen que deja de jugar pero que piensa en pisar el césped iniciando una carrera como entrenador. Ojala se vuelvan a cruzar nuestros caminos. Entrenar no es fácil, ser una estrella tampoco. Pero si los valores que han jalonado su trayectoria siguen vigentes en su ideario futbolístico creo que le irá bien. Me gustaría darle mano tras un partido, recordar la anécdota del Heliodoro, pero ser yo esta vez quien gane el partido, aunque no le meta cinco.